La duda como el movimiento hacia la verdad. Apuntes sobre el falsacionismo.





Publicado internamente en Epistemología de las Ciencias de la Comunicación. Papeles de Trabajo del Curso. N° 1 – junio 2005. Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, Universidad de la República, Uruguay.


Publicado en Rasner, J. (comp.) Ciencia, conocimiento y subjetividad, CSIC-UdelaR, Montevideo, 2008, pp. 7-20.







«... lo que caracteriza al método empírico es su manera de exponer a falsación el sistema que ha de contrastar: justamente de todos los modos imaginables. Su meta no es salvarles la vida a los sistemas insostenibles, sino, por el contrario, elegir el que comparativamente sea más apto, sometiendo a todos a la más áspera lucha por la supervivencia...»
[1]

I

El presente artículo no es tal, son como dice su subtítulo, apuntes sobre el falsacionismo. Lejos siquiera de llegar a plantear una mirada general sobre la obra de Sir Karl Popper, lo que he pretendido es esbozar para los estudiantes aquellos conceptos que considero medulares en su sistema epistemológico a luz de una perspectiva que al mismo tiempo difiere profundamente de las pretensiones del mismo. Y ello por una cuestión más de fondo. Si bien es cierto que Sir Karl ha podido conseguir que sus obras respeten la distinción entre teoría del conocimiento y filosofía social y política, es imposible dejar de constatar la fuerte relación que las articula. Y para este ferviente ideólogo del liberalismo económico del terrible siglo XX -cambalachero como afirma uno de nuestros grandes tangos-, hemos venido viviendo en «el mejor de los mundos posibles». A pesar de discrepar íntimamente con su convicción, en el terreno de la confrontación de ideas contar con la presencia del popperianismo es muy fértil, provocador y estimulante.
El falsacionismo se presenta como una corriente epistemológica que se consolida con el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial. Había surgido directamente de un disidente del Círculo de Viena, en el seno germanoparlante y de gran adhesión en aquellas ciencias sociales anglosajonas y francesas provenientes de una fuerte herencia positivista, y necesitadas de un cambio en sus abordajes desde hacía varias décadas (antropologías estructural-funcionalistas, sociologías durkheimianas...). Este pensamiento sobre la ciencia se mueve en un campo delimitado por la tensión entre dos polos, el de lo inductivo y el de lo deductivo, y mantiene como base o supuesto la absoluta jerarquía de la lógica formal en los problemas del pensamiento y el conocimiento en general.
Hempel y otros neopositivistas cercanos al Círculo y a las Sociedades vinculadas al mismo, no dejaron de ver en Sir Karl uno más de ellos. Su insistencia en la asimetría entre la verificación y la falsación no parece haber sido tomada en consideración por el empirismo lógico, y ello con razones muy convincentes. La asimetría no sería tal plantean, tan sólo es el negativo, el dialéctico complemento de los espacios vacíos y fríos del logicismo. Aunque por una ruta muy diferente, el devenir de Wittgenstein es muy significativo al respecto. El primero y el segundo de sus yoes filosóficos poseen una relación entre sí muy similar a la existente entre las dos primeras tendencias copresentes en el nuevo campo de la epistemología profesional. Pero haciendo hincapié en el polo negativo de esta dialéctica, trata de alcanzar una nueva síntesis. Su insistencia en que falsear no es lo mismo que verificar pero en la dirección contraria, del flechamiento necesario en el camino que va desde lo dicho y el hecho, nos transporta a una instancia donde se busca la superación de la contradicción. Siempre estaremos encerrados en marcos conceptuales, pero siempre podemos escapar de ellos
[2].
Bloor argumenta que se trata simplemente de un clásico ejemplo del pensamiento de la Ilustración, y que la disputa con el dogmatismo es la representación en el lenguaje epistemológico de la disputa ideológica de dicho iluminismo con el romanticismo asociado a posición kuhneana
[3]. Es muy cierto, el planteo de Sir Karl es profundamente liberal, pero en la versión particular que incluye el escepticismo. Dentro del análisis ideológico de Bloor, tenemos que poder concebir lo específico de la episteme, en su relación con la dimensión ideológica pero sin reducirla absolutamente a esta. El falsacionismo describe y construye un fundamento normativo para la actividad científica a partir de principios basados en una noción de racionalidad y de Razón que conlleva principios éticos y estéticos que hacen a un tipo de subjetividad específica. El científico debe ser un gran innovador, debe poder discrepar abiertamente con todos y antes que nada consigo mismo. El ímpetu de la razón es balaceada con la creencia en la finitud; si bien el conocimiento científico es el más elevado de todos no deja por ello de ser provisional, transitorio.

Más aún, el carácter científico solo puede ser asignado a aquellos pensamientos que son fruto de una razón que si bien necesita estar acompañada de imaginación, intuición y percepción, debe estar siempre orientado a la experiencia, orientación que además debe caracterizarse por ser sostenida por una suspensión del juicio. La «epoké» de milenaria tradición escéptica, estaría asegurando a la razón dentro de los límites de lo posible, y permitiría la existencia de un campo teórico diverso y en perpetua confrontación entre diferentes posibilidades formuladas. Los juicios deben ser dirimidos por el peso de las pruebas obtenidas, las cuales no son a favor, sino en contra. Más específicamente, las pruebas deben servir para mostrar porqué hay que seguir utilizando la teoría existente o porqué es necesario crear una nueva para suplantarla. Pruebas en contra de nuestra propia posición y frente a las otras pruebas desde otras posiciones... la autocrítica intersubjetiva debe ser el último jurado.




II

Para valorar en su mayor magnitud la novedad del falsacionismo, tenemos que tratar de distinguir lo verdaderamente renovador que Popper trajo gracias a este intento de fuga de su propio marco conceptual, criticando su propia herencia positivista. No se piense que dicha herencia por sí misma signifique lo mismo en todos los casos de la historia de la filosofía. En los turbulentos años que marcan el fin de los imperios multiétnicos como el Austro-húngaro, del fin de la euforia de la burguesía de la Belle Époque a la centro-europea, entre bolcheviques, nazis en gestación y social-demócratas entre otros, las adhesiones ideológicas convivían en un calidoscopio explosivo. Distanciándose de su primer núcleo neopositivista de producción intelectual, el llamado Círculo de Viena, va a desarrollar una investigación sistemática y dentro de una matriz cultural de pensamiento que lo inserta en el llamado racionalismo. Esta tradición filosófica pretenderá conciliarla con aquella otra, el empirismo, que históricamente ha sido opuesta a la anterior
[4]. Tratará de conciliar por tanto el pensamiento abstracto y el concreto, que a lo largo de siglos se mantuvieron divorciados en una dicotomía excluyente. El falsacionismo plantea un cambio radical dentro de la historia de la epistemología como disciplina filosófica, y en los momentos de gran amorío de ésta con el pensamiento científico-lógico, que había llevado a muchos a pretender que la filosofía toda se redujera a una ciencia lógica. Reinserta la crítica en el contexto de la filosofía de la ciencia.
Primeramente, el falsacionismo sostendrá que el científico no es un ingenuo, trasparente e imparcial espectador de los fenómenos. La teoría es la que guía las observaciones empíricas de quien investiga lo que sea. La teoría presupone a la observación; para mirar de cierta manera y ciertos fenómenos, hay que tener la vista para ello, una forma de ver que nos permita entonces observar. Las teorías están constituidas como sistemas de conjeturas o suposiciones fundadas en la posibilidad de ser contrastadas gracias a un acontecimiento deducido a partir de la misma. Las teorías deben ser entonces especulativas y provisionales; es decir temporalmente verdaderas y siempre capaces de ser rebatidas en cualquier momento por otras.
La ciencia entonces para el falsacionista progresa, pero gracias a la dinámica del ensayo-y-error, a la creación de conjeturas y a las refutaciones salidas de la práctica empírica, del ejercicio de contrastar lo que se piensa sobre la realidad en la realidad misma. Sólo sobreviven las teorías más aptas dirá Popper, eliminando las falseadas. Una teoría científica entonces puede ser considerada como la mejor disponible. Ése es el estatuto epistémico, el carácter de su legitimidad en el conocimiento, y no el de ley general inmutable, aplicable en todo fenómeno, en cualquier espacio y tiempo. Una teoría para un falsacionista nunca será verdadera, sino la mejor disponible por el momento, será evaluada según su grado de verosimilitud.
Sir Karl esgrime razones lógicas y metodológicas. Se trata de que, de enunciados observacionales (lo que un científico considera como lo real que pudo capturar y traducir en símbolos lingüísticos según reglas lógico-matemáticas) supuestamente verdaderos, no se llega necesariamente después de la operación formal, a un resultado verdadero. Un solo caso contrario me derriba esa totalidad virtual. Mientras que por un solo caso contrario, puedo afirmar que la totalidad virtual tomada de partida no era válida. El «modus tollens» suplanta, según Sir Karl en forma «asimétrica», a la inferencia inductiva, falaz en su ceguera. La cuestión pasa entonces a plantearse, como en toda la historia de la filosofía de la ciencia, en la relación de la teoría y la práctica, de cómo la realidad constantemente está negando ser reducida a un grupo estático de proposiciones eternas. En el plano de la lógica formal, se fundamenta en el hecho de que la verdad de una proposición no alcanza para inferir una generalidad, total y completo sistema teórico, sea de la comunicación interhumana o del comportamiento de los monos, en el objeto que sea, mientras que puedo ir con pie más firme si lo hago contrariamente.
De pensar, buscando la afirmación de lo que se teoriza en la experiencia, de pensar y vivir constantemente sumando -uno tras uno- los casos que nos verifiquen que lo que pensamos es lo correcto, Popper nos hace cambiar de dinámica, nos hace pensar buscando dónde no se respeten nuestras expectativas, dónde no se respeta lo que suponíamos íbamos a encontrar en tal o cual experimento, en cada experimentación de algún fenómeno que es el estudiado por nosotros. El científico entonces debe ser quien busca donde la regla no se corrobore, y avanza justo allí, donde la teoría que tenía planteada previamente no le sirve para entender lo que sucede, y por tanto, donde el pensamiento debe ponerse a trabajar y a crear conceptos nuevos para acceder a lo que se presenta como lo desconocido. Y ese cambio de un fenómeno, ese cambio o descubrimiento de algo nuevo a lo que previamente conocíamos o creíamos conocer, hace que cambie la teoría que construimos para comprender lo que nos interesaba, obliga a que los fenómenos anteriores sean reinterpretados por las nuevas formas de explicación que se asoman en el horizonte y tratan de explicar lo nuevo relacionándolo con lo que sabíamos. Por lo tanto la cuestión más que simplificarse se complejiza más y más.
Pero para todo esto es necesario un método en particular, que nos permita movernos en la dinámica del ensayo-y-error de la mejor manera posible, más fructífera: cómo aprender de los errores y no empezar desde la nada cada vez. La falsabilidad entonces es un criterio para teorizar, criterio con el que construir hipótesis, conjeturas siempre posibles de ser puestas a prueba, falsables. Popper plantea así dos requerimientos necesarios para que cualquier investigador cree hipótesis científicas: deben ser enunciados observacionales o conjunto de ellos lógicamente posibles que sean incompatibles con ella, que puedan establecerse potencialmente como posibles falsadores de la hipótesis; y las hipótesis también debe ser «informativas» y «claras», afirmaciones definidas acerca de algún aspecto del mundo. Este último punto es sustancial para las ciencias de la comunicación; porque la comunicación, la mediatización, es una problemática fundamental para la teoría del conocimiento en general y científico en particular.
Pues hay un problema referente a lo comunicacional en la propia forma en que se piensan las hipótesis, las conjeturas que intentan guiar una investigación sobre cualquier cosa. Hay un problema de comunicación en el corazón de la ciencia, que hace que Popper no logre tener la misma firmeza sobre este punto que en otros. ¿Qué es la «claridad», lo «informativo» necesario, cómo distinguir tajantemente estas características de cualquier enunciado humano cuando se trata de diferencia de grado? El blanco y el negro son los extremos de una infinita gama de grises, tonalidades que hacen fluir al color sin interrumpirlo en una transformación hacia el otro color. La claridad de lo que pensamos, o mejor dicho, poder pensar claramente, no embarullados, es una cuestión de grados y como tal se escapa de ser un problema de simple lógica formal, se inserta en un problema entre la ciencia y las formas socioculturales y por tanto comunicacionales, de los medios, en que se inserta.
Lo sustancial entonces en el gesto del falsacionismo va por el lado de la apertura y complejización que propone, un escepticismo que lo enfrenta ante los quietismos, los dogmatismos que se instalan en el pensamiento.
Primeramente nos dice que si queremos conocer un hecho, sea una cuestión biológica o un problema social en determinada comunidad, tenemos que buscar siempre en la dirección de lo que nos exija un cambio, nos exija cambiar permanentemente el marco teórico que construimos para su abordaje inicial. Pasar entonces de una actitud verificatoria, de buscar en la experiencia aquello que nos de la razón (como hacían en común todos los inductivistas) a una actitud refutadora, de buscar aquello en donde no sirva lo que sabemos y sea necesario crear nuevo conocimiento, seguir aprendiendo cosas nuevas.
En segundo lugar, es necesario que las teorías que inventemos permitan que exista, lógicamente, la posibilidad de algo que se escape de ellas, que sea razonable otra posibilidad, a veces opuesta, y así tener el cuidado de no inventar teorías cerradas que congelen los fenómenos de la existencia, siempre cambiantes. Esto es sustancial, exige nuestra vigilancia, es una alerta para cualquiera que intente pensar científicamente, es la cuestión de no crear explicaciones totales, aquellas que se ponen tan sólidas que no permiten después ver cosas nuevas, reconocer lo distinto que siempre se nos presenta.
Y por último, más allá de las infinitas cuestiones que el falsacionismo tiene de inciertas e ingenuas, es importante comprender que el giro de la verificación hacia la falsación es un estímulo para el pensamiento que lo pone a trabajar en forma crítica y creativa. El pensamiento queda así entendido como audaz, temerario, proponiendo explicaciones parciales que desafíen a las leyes -de un alcance medio- que están establecidas como las mejores disponibles.
Se estimula así también la actitud crítica necesaria para pensar humanamente lo que nos rodea y compone. Ser críticos con nosotros mismos, ser audaces en buscar en la experiencia aquello en donde nosotros mismos nos pisemos el palito, eso es muy interesante, nos estimula a pensar en forma nueva constantemente.

contrastar evaluar / juzgar / sopesar / contraluz: elección: criterio

Pensar contrastando es evaluar, juzgar, sopesar, es ver las cosas a contraluz; pensar contrastando implica siempre una elección teniendo varias cosas en frente a la vez. Esto quiere decir que para poder conocer científicamente un fenómeno, comunicacional por ejemplo, es necesario que se cuente con un criterio que nos permita movernos entre la espesura de la compleja realidad que queremos investigar, en este caso comunicacionalmente.
La necesidad de tener un criterio para pensar las experiencias que queremos investigar, los fenómenos que nos interesan, implica por lo menos tres problemas: qué es la verdad, cuál es la forma de acceder a ella, y de qué manera se acepta, reconoce o se asume, para quienes la verdad es tal. Es decir tres problemas epistemológicos: uno que roza lo ético, otro que tiene que ver con la manera de proceder, de hacer, es decir con lo metodológico, y uno más vasto que supera a la epistemología analítica, que escapa a sus propios límites y el cual queda en definitiva sin ni siquiera poderse plantear desde este tipo de epistemología, ya que se trata de un problema cultural y comunicacional de la existencia social del propio conocimiento, problema que como veremos Kuhn entre otros pondrá en el tapete unas décadas después.
Para el falsacionismo, el científico tiene una noción de verdad previa a la experimentación, y esta noción debe ser para Popper, que la verdad es una suposición que se enfrenta constantemente ante lo real. La verdad ya no como para los inductivistas, aquella sustancia derivada de la ilusión de la totalidad y el absoluto, acabada y precreada, la verdad de las cosas como frutos disponibles para que el científico la recolecte (como se sigue diciendo hasta hoy en día) en el campo. El falsacionismo afirma que la verdad es siempre supuesta, que no podemos cerrarla jamás, concluirla definitivamente. Siempre vamos a estar suponiendo cómo son las cosas, pensar científicamente es un perpetuo suponer, un gran quizás que críticamente se enfrenta sin tregua ante lo real. Lo sustancial en esto, lo que puede tener de importante para todo pensamiento contemporáneo es que si nos enfrentamos ante cualquier problema comunicacional, como ser por ejemplo el manejo de la identidad uruguaya por los medios televisivos locales, o si queremos acceder al fenómeno urbano del graffiti callejero, tenemos que partir ya sabiendo que no encontraremos una verdad general que nos de la explicación de todos los acontecimientos que se nos presentes. Trataremos siempre de armar conjeturas, de plantear sólidas suposiciones para poder enfrentarlas ante la realidad esperando que esta no nos dé la razón.

«Sugiero que lo que debemos hacer es abandonar la idea de las fuentes últimas del conocimiento y admitir que todo conocimiento es humano; que está mezclado con nuestros errores, nuestros prejuicios, nuestros sueños y nuestras esperanzas; que todo lo que podemos hacer es buscar a tientas la verdad, aunque esté más allá de nuestro alcance.»
[5]




III

Es desde el punto de vista metodológico, desde el cual Sir Karl ha insistido que hay que abordar el problema de la lógica científica. Se trata de encontrar una forma de buscar, un procedimiento efectivo. Y en este sentido la actividad científica ha sido en los mejores casos y tiene que serlo cada vez más, guiada por un pensamiento que busca siempre falsearse (ponerse a sí mismo a prueba ante la experiencia), una metodología que nos permita seguir perfeccionando el milenario ensayo-y-error.
Evidentemente, a Popper le preocupa mucho definir un criterio de demarcación, que separe a la ciencia del resto de las formas de producir significado que puedan coexistir en una misma sociedad. Como anotábamos en el curso, es una cuestión de poder, y por tal, se trata de establecer cuál es la marca, el criterio, con el cual distinguir y legitimar un saber en particular, en nuestro caso, aquél que se tilda de buscador de las verdades y los cambios a través de la rigurosidad crítica de descubrir lo nuevo en lo real, es decir, el saber científico.
En este sentido, la epistemología falsacionista no niega las relaciones fructíferas y necesarias de la ciencia con la metafísica, como sí lo habían hecho los neopositivistas lógicos. Popper reconoce la relación más que íntima entre la especulación filosófica de los seres y entidades que pueblan el universo, y los sistemas de conjeturas o teorías científicas que buscan conocer la realidad más fáctica. Busca sí un límite preciso entre epistemología y metafísica, y sin lugar a dudas, se reconoce así en sus planteos la continuidad en muchos aspectos de los postulados de la ciencia empírica que puede remontarse, como lo hemos hecho en el curso, hasta Bacon y Descartes.
A pesar de criticar duramente a los ingenuos inductivistas, el falsacionismo tiene uno de sus fundamentos, -como teoría del conocimiento inscrita dentro de la epistemología moderna- en la lógica formal. Se sustenta en última instancia en un análisis lógico, de operaciones entre silogismos, entre proposiciones candidatas de verdadero / falso, con las cuales se opera siguiendo principios como los de identidad, no contradicción, tercer excluido, etcétera.
Y es justamente frente al problema de la «convención» o «acuerdo» sobre la verdad que debe existir para que sea posible cualquier conocimiento, donde se encuentra el conflicto que éste enfrenta con el contexto de su producción, pues cualquier conocimiento surge y tiene efectos en determinadas circunstancias en particular que legitimarán sus productos o no, les darán un valor relativo. Popper reconoce que allí -en el acuerdo de los científicos o cientistas necesario- las opiniones también necesariamente difieren, que los argumentos que constituyen a una comunidad de conocimiento van más allá de la razón, no pueden solucionarse racionalmente. Es una problemática que escapa al plano formal de la lógica abstracta y nos acerca a la práctica concreta de los cientistas en general. Es conciente por tanto que todo aquello que determina el conocimiento científico no es plenamente asignable a un contexto de justificación, que existen factores externos a la forma lógica de una teoría. Pero aspira igualmente a que la discusión debe darse dentro de dicho contexto, donde se pongan en suspenso las inclinaciones ideológicas que son las motivadoras, inhibidoras de la aparición de tal o cual conjetura. Sigue aspirando por tanto a la capacidad crítica de dejar los juicios en suspensión en un espacio de indeterminación fuertemente regulado en su contorno y sus reglas.
El darwinismo epistemológico que se desprende de la cita que da inicio a estos apuntes, puede derivar en consideraciones también muy discutibles, pero el planteo de que el conocimiento científico debe darse en este espacio de indeterminación en el cual varias alternativas deben confrontarse es esencial. El conocimiento es finito, nuestra ignorancia infinita, abrirse al mundo implica la puesta en duda de todas nuestras certezas, sin olvidar que se realiza dicho acto, se toma dicha actitud, si creemos y nos adherimos a la misma. El deseo de conocimiento opera en tanto se lo disponga contra lo existente, hasta contra sigo mismo en primer lugar, eso es lo que implica tomar a la autocrítica como condición básica.
Más allá del problema, no menor por supuesto, de si nos dirigimos en una misma dirección o en diferentes, si lo hacemos por una meta invariable o en la reconsideración permanente de los fines, si la acumulación se da con o sin pérdidas, un problema fundamental da sentido a la existencia de los cuarto-intermedios: ¿Es paradojal ir en contra de uno mismo para avanzar? ¿Es la única metodología, la única actitud posible frente al error? Sir Karl, dentro sus propios límites, pero intentando superar sus contradicciones para fugar efectivamente, nos respondería:

«el malestar religioso y filosófico de nuestro tiempo... es en buena parte un malestar epistemológico-filosófico. Nietzsche lo llamó el nihilismo europeo... Yo prefiero calificarlo como una consecuencia del descubrimiento socrático de que no sabemos nada, es decir, de que nunca podremos justificar racionalmente nuestras teorías. Pero este importante hallazgo... es sólo medio hallazgo; y el nihilismo puede ser superado. Porque aunque no podamos justificar racionalmente nuestras teorías ni evidenciarlas siquiera como probables, sí podemos al menos criticarlas racionalmente. Y podemos distinguir lo que es mejor de lo que es peor...»
[6]



Bibliografía

-Assoun, P.-L. Freud y Wittgenstein, Nueva Visión, Buenos Aires, 1992 [1988].
-Bloor, D. Conocimiento e imaginario social, Gedisa, Barcelona, 1998 [1971].
-Cruz, M. Filosofía contemporánea, Taurus, Madrid, 2002.
-Hempel, C. Problemas y cambios en el criterio empirista del significado [1950-58], en Ayer, A. El positivismo lógico, FCE, México, 1993.
-Kant, I. Crítica a la razón pura, Losada, Madrid, 1987 [1781].
-Kuhn, Th. La psicología de la investigación o la lógica del descubrimiento, en La tensión esencial,
-Newton-Smith. La racionalidad de la ciencia, Paidós, Barcelona, 1987 [1981].
-Popper, K. La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid 1962 [1934].
-------------- La lógica de las ciencia sociales, en AAVV Las disputas del positivismo en la sociología alemana, Grijalbo, Barcelona, 1973 [1969].
-------------- El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones, Paidós, Buenos Aires, 1979 [1963].
-------------- La miseria del historicismo, FCE, México 1996 [1970].
-------------- La ciencia normal y sus peligros, en Lakatos,I. y Musgrave, A. (eds.), La crítica y el desarrollo del conocimiento científico, Barcelona, Grijalbo, 1975.
-Russell, B. El panorama científico, Revista de Occidente, Madrid, 1931.






[1] Popper, K., La lógica de la investigación científica., 1962 [1934].
[2] Ver uno de los puntos centrales en la disputa entre Sir Karl y Thomas Kuhn, en La ciencia normal y sus peligros, en Lakatos,I. y Musgrave, A. (eds.), La crítica y el desarrollo del conocimiento científico, 1975, especialmente p. 156.
[3] Bloor, D. Conocimiento e imaginario social, 1998 [1971], en especial pp. 101-137.
[4] Ver al respecto El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones, 1979 [1963], especialmente la introducción: Sobre las fuentes del conocimiento y la ignorancia, p. 9 y ss.
[5] Popper, K. El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones, 1979 [1963], p. 40.
[6] Popper, K. La lógica de las ciencias sociales, en La disputa del positivismo en la sociología alemana, 1973 [1969], p. 119.

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