Álvarez Pedrosian, E. (2016). Navegar en la experiencia de la integralidad». En Producción de conocimiento en la integralidad: potencialidades y alcances en la Universidad de la República. Grupo de Trabajo Producción de Conocimiento en la Integralidad, Programa Semillero de Iniciativas Interdisciplinarias, Espacio Interdisciplinario (EI-Udelar) - Red de Extensión (CSEAM-Udelar), Montevideo, pp. 63-72.
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Navegar en
la experiencia de la integralidad
Eduardo Álvarez Pedrosian
1. Henos aquí
Considero que en estos cinco años,
desde que aproximadamente se comenzó a implementar la cuestión de la
integralidad en nuestro campo académico hasta el presente, se ha avanzado de
una manera bastante interesante en varios frentes, no siempre de forma lineal,
lo que responde como veremos a cuestiones que hacen a las características del
conocimiento y el pensamiento que se produce. Ante todo planteo un enfoque epistemológico
al respecto, por lo cual nos encontramos en el intersticio entre las ciencias y
la filosofía. Se trata de una bisagra que es también pliegue recursivo, donde
aparecen meta-niveles no necesariamente definitivos, pero sí habilitadores de
una perspectiva reflexiva, productora de nuevos conocimientos y pensamientos
que pueden potencialmente enriquecer el proceso productivo que estamos
considerando como tema principal en esta oportunidad.
El camino de nuestra Universidad
creo que ha sido valiente y de un gran compromiso. En algún sentido podemos
decir que la apuesta por la integración de la investigación, los procesos de
enseñanza-aprendizaje y los de extensión y relacionamiento con el medio más
allá del campo específico han significado la apertura de la "caja de Pandora",
al habilitar la puesta en consideración y crisis de una serie de supuestos
epistemológicos e incluso ontológicos, éticos y políticos. Si no hubiéramos
optado por este camino puede ser que las cosas parecieran hoy más sencillas,
desde el oficio académico, pero por ello mismo no tendríamos la riqueza de
producciones, los debates en marcha, el ejercicio de un pensamiento honesto e
involucrado con su mundo como en el que creo estamos inmersos. Por supuesto que
todo esto genera incomodidad, incluso temores, pues hace tambalear a todo el
edificio de certezas y convicciones más o menos estables. Pero la apuesta lo
merece, y los intereses de otras universidades regionales y de otras latitudes
sobre este proceso es un buen testimonio de la importancia y alcance que esto
tiene no solo para nosotros.
2. Integralidad no como totalidad, sino
como articulación
Cuando pretendemos avanzar en la
profundización de la integralidad, no podemos dejarnos llevar por la falacia de
la totalización, buscando alcanzar algo así como un absoluto. De lo que se
trata es de superar la fragmentación, tanto entre perspectivas disciplinares
como entre las llamadas funciones universitarias, las cuales, como hemos
desarrollado en otra oportunidad, responden a diferentes órdenes o dimensiones
de las prácticas. Esto debemos de tenerlo claramente planteado, de lo contrario
perseguiremos quimeras y llegaremos a callejones sin salida en busca de una
ilusión. Pues bien, esta articulación, síntesis productiva derivada de la
experiencia misma de su generación, no tiene límites, y obedece a diferentes
tipos de actividades, con sus respectivos agentes de variada naturaleza y sus agenciamientos.
Existen ciertos niveles relativos de consistencia, recursividades y referencias
cruzadas que logran auto-sustentar el conocimiento generado en tal o cual
circunstancia. ¿Cómo encontrarlos, qué indicadores tomar para saber si alcanza
o no lo que hemos hecho al respecto? Por allí van los desafíos, no por el lado
de la totalidad o conjunción absoluta de los elementos, perspectivas y
actividades, algo que incluso es pernicioso, en tanto eliminación de la
heterogeneidad y multiplicidad de nuestras prácticas.
Es como intentar llevar a cabo
actividades integrales a nivel discursivo, pero manteniendo una actitud
contrario en los otros, con lo cual las cosas siguen igual a como estaban, o
incluso pueden estar peor al generarse falsas expectativas. Me refiero al hecho
de que no es posible llevar a cabo prácticas integrales que puedan saturar
completamente todas las exigencias en los términos previos a su formulación,
desde el esquema heredado de las tres funciones universitarias y sus estándares
instituidos: llevando las investigaciones a sus máximas consecuencias, según
todos los requerimientos educativos relativos al contexto pedagógico y
formativo en el que estemos ejerciendo la tarea docente, y en la máxima
condición de extensión posible. Lo que tenemos son combinaciones resultantes,
fruto de la experiencia singular generada por todos los participantes en cada
caso, donde hay mayores o menores pesos relativos de los componentes. Puede ser
que en términos investigativos, un ejercicio de integralidad llevado a cabo en
el marco de un curso de grado no parezca ser de relevancia en comparación con
lo que sucede dentro de un proyecto de investigación y desarrollo por ejemplo.
Ciertamente no son lo mismo, se trata de experiencias diferentes. A su vez,
esto no invalida el hecho de que, si se lo hace integralmente, dentro del
espacio docente se puedan generar insumos cognoscentes de gran valor, en tanto
fermentos, indicios, incluso datos específicos, que puedan inspirar, alimentar,
ser reconsiderados en otras instancias. Ni todo, ni nada: cada práctica
integral en tanto ejercicio de articulación genera sus propios procesos y productos,
que deben ser valorados en relación a los parámetros que emergen en la propia
circunstancia de su realización, y desde allí pueden ser retomados por otras
prácticas que a su vez harán mayor o menor énfasis en tal o cual orden de
asuntos.
3. La gestión de la incertidumbre entre
espacios y tránsitos integrales
Existen diversas concepciones de la
investigación, más cuando nos abrimos a diferentes campos y áreas de
actividades más allá de las ciencias. A pesar de ello, considero a la creación
de conocimiento como su generalidad, en el esfuerzo por caracterizarla en la
articulación con la enseñanza y la extensión. Si bien es cierto que existen
momentos, situaciones y ámbitos de la investigación más cercanos a la
automatización de las tareas, al estilo de las rutinas científicas de
procedimientos una y otra vez reproducidos, computación de información generada
bajo una misma matriz repetitiva, no deja de ser una cuestión creativa. La
aparición de lo nuevo, la divergencia en relación a lo que existe con
anterioridad y su prolongación en series hasta donde sea posible realizarlo,
puede tener momentos más o menos radicales, pero no deja de ser el corazón de
la empresa investigativa.
Si estamos investigando algo es
porque no sabemos y deseamos crear ese saber, y esto es lo que abre y sostiene
la marcha en un universo de posibilidades y virtualidades a ser explorado. Si
ya tuviéramos las respuestas que estamos buscando no se justificaría realizar
los esfuerzos necesarios, soportar el intrincado complejo de ensayos y errores,
aproximaciones, reformulaciones y demás. Todo ello, cuando se lo hace con un
espíritu integral, es decir, intentando que se inserte en dinámicas de
enseñanza-aprendizaje tanto dentro del campo académico correspondiente como en
las dialógicas conflictivas con entornos externos de variada índole desde el
punto de vista de la extensión, nos exige tener explícitamente en cuenta el
problema de su implementación. Pues si una cosa ha caracterizado al modelo de
investigación científico-tecnológico hegemónico que llegó hasta nosotros, es la
creación de un dispositivo donde se combina el azar y la necesidad, el caos y
el orden, la indagación que logra romper radicalmente con la naturaleza
fenoménica de forma controlada, siendo el laboratorio experimental su máxima
expresión.
Esta apertura clausurada,
creatividad contenida, no es casual, responde a una necesidad muy compartible,
derivada de los descomunales poderes que se desprenden de la empresa. Pero ha
tenido su contracara en la justificación de una frontera claramente delimitada,
o la promoción por alcanzar siempre su establecimiento. De esta manera existe
un mundo de expertos e idóneos capacitados, y el resto. Y esto ocurriendo
incluso entre las diferentes disciplinas y áreas de investigación. Si bien la
integralidad apuesta por una apertura de esta condición, una democratización
del conocimiento en tal sentido, en sus mecanismos de producción y gestión, las
cosas no son nada sencillas, por el simple hecho de que no todos estamos en las
mismas condiciones y eso es muy importante tenerlo bien presente. Creer que con
enunciarlo alcanza, es otra gran falacia que más que ayudar a dicho proceso lo
puede terminar por hundir ante la terrible experiencia de no alcanzar a producir
nada nuevo, no poder crear conocimiento de ningún valor.
La apertura a lo desconocido
necesita de importantes herramientas para poder navegar entre las
incertidumbres y perplejidades que una y otra vez se nos presentan. Los caminos
de la investigación son variados según los campos y áreas que se consideren,
pero lo común junto a la creatividad es la incertidumbre que ella conlleva. El
aislamiento o especialización que sigue caracterizando a la mayoría de los espacios
académicos de producción, se justifica por este motivo, entre otros de los
sentidos que esto puede tener. Abrirnos a la participación de estudiantes de
grado y posgrado, dentro de procesos de aprendizaje donde se están formando los
investigadores continuamente, o más aún involucrando a diferentes actores
sociales ajenos al campo, no puede hacer que se anule esta actividad creativa,
sea por convertirse en intolerable la incertidumbre desencadenada por la
ruptura con lo dado de toda actividad de creación de conocimiento o por la
dispersión y el desorden en el que se puede caer al no contar con ninguna
manera de controlar el proceso de apertura generado por esta brecha entre lo
esperable y lo desconocido, para no volver a la vieja fórmula tan bastardeada
de la doxa y el logos. No es casual que la gestión aparezca entre nosotros como una
nueva función a considerar junto a la investigación, la enseñanza y la
extensión, en los albores del siglo XXI.
Hay que desarrollar esta dimensión
fundamental para el sostenimiento de las prácticas, pero a costa de una
vigilancia para que esta tampoco se convierta en un fin en sí mismo, uno de los
grandes males que aqueja a las universidades contemporáneas. Estos dilemas creo
que los hemos vivido a través de las diversas experiencias que han conformado
el bagaje de la integralidad hasta el momento, en especial bajo la forma de los
Espacios de Formación Integral (EFI), los dispositivos en los que se concreta
todo esto. Son corrientes las frustraciones generadas, la insatisfacción en
muchos casos relativas a lo poco que se ha podido rescatar de las experiencias,
o los duros enfrentamientos en términos de la búsqueda de formas de evaluación
que permitan decidir qué vale la pena apoyar y qué no. Considero que el paso de
Espacios a Tránsitos responde a estas inquietudes, y es una muy buena forma de
proseguir con el fomento de la integralidad, pues es reconocer el carácter
procesual del fenómeno, tanto desde el punto de vista de los estudiantes que
necesitan armar itinerarios de formación más allá de tal o cual asignatura puntual,
como de los docentes que al estar investigando no podemos reducir las prácticas
a unos pocos meses, con colectivos que se van alternando en forma discontinua.
Esta misma gestión de la
incertidumbre tiene que ser un elemento central en los diálogos transversales,
más horizontales, más verticales, tanto con los estudiantes como con los demás
actores sociales involucrados desde la extensión y las actividades en el medio.
Nuestro compromiso debe ser honesto con esta condición transitoria, precaria,
parcial, tanto epistemológica como ontológica, que caracteriza a toda
investigación, colectivizando tanto las certezas como las dudas. Es una
condición variable pero que está presente tanto antes, como durante y después
de que consideramos cerrado un proceso de investigación-intervención. Y todo
ello lo hemos venido experimentando concretamente en el enorme esfuerzo que ha
generado entre los docentes la implementación de los espacios de docencia
integral, los cuales han tenido que luchar contra todo tipo de fragmentación
vigente, por los requerimientos formales curriculares, incluso por la falta de
valoración dentro de la propia institución que los fomenta pero no los termina
de comprender en el marco de las formas preexistentes de computar el trabajo
académico. Muchas horas demás para que todo funcione, mayores inconvenientes
para gestionar las tareas corrientes, donde se apela en muchos casos a la
militancia y la entrega personal confundida con el ejercicio profesional
llevado a cabo en calidad de trabajadores.
4. Sin tierra firme a la vista
Para finalizar con estas pocas
consideraciones relativas al camino recorrido y los desafíos que tenemos por
delante, me parece pertinente recalar por último en algunas cuestiones
relativas a la dialógica no solo entre disciplinas, sino entre las grandes
áreas de pensamiento que han configurado nuestra episteme hasta la actualidad, las que se expresan en nuestro
contexto universitario en los términos de las grandes áreas en las que se
agrupan las diversas facultades y servicios en general. Algo ya he insinuado en
lo que respecta a la mirada más amplia que debemos desarrollar en torno a la
investigación, entendiendo que está presente no solo en las ciencias y los
ámbitos de su aplicación. Hay investigación en las artes, también en la
filosofía, y existe una diferencia muy importante entre ciencias exactas,
naturales y humanas y sociales. Sobre esto existen variadas formulaciones
epistemológicas y gnoseológicas que deben ser tenidas en cuenta para comprender
la riqueza y el valor de la singularidad en cada caso, al mismo tiempo que nos
permite pensar sobre las articulaciones que estamos llevando a cabo y las que
podemos llegar a suscitar.
Si esto ocurre en lo relativo a la
investigación, pensemos en lo complejo que resulta una vez lo concebimos
integralmente, es decir, en las peculiaridades que también existen en términos
de enseñanza-aprendizaje y las formas de vinculación de estas prácticas en
diferentes entornos sociales. Hacer integralidad desde las artes, la filosofía y
las diversas ciencias no es similar. Y cuando, a su vez, generamos experiencias
donde las combinamos, quedamos inmersos en situaciones muy desafiantes. Creo
que a estas alturas del proceso de implementación y desarrollo de una
perspectiva integral, podemos prestar mayor atención a todo ello. Si bien la
experimentación puede llevarnos a realizar ejercicios combinatorios,
implementar espacios docentes y ponerlos en marcha sin más, se hace necesario
afinar los procedimientos, enriquecer las reflexiones que se derivan, sacarle
mayor provecho a lo realizado para potenciar los futuros pasos a seguir.
Me parece que cuanto mayor es la
maduración de la propuesta de la integralidad, más presencia de lo
epistemológico y gnoseológico debe haber, tanto en la formulación de las
experiencias como durante su puesta en práctica y las derivaciones posteriores
que puedan desprenderse. Sin una perspectiva crítica y creativa sobre la misma
producción de conocimiento no es posible afinar los procedimientos, aprender a
sacarle partido a cada experiencia integral, encontrar la forma de calibrar
nuestra mirada para saber aprender de los aciertos y los errores. Y es que no
existe una gran teoría unificada, una meta-teoría que lo abarque todo; eso
sería desconocer la investigación filosófica, la epistemológica en concreto, y
pretender una vez más supeditar todo ante las ciencias en su versión más
estandarizada, reduciendo al pensamiento a una mera actividad administrativa,
protocolar.
Investigar sobre cómo investigamos
integralmente, es una tarea que se desarrolla conjuntamente con las propias
investigaciones en los diversos dominios de los que se trate. No es algo que
esté por encima ni por debajo, sino que viene junto con, en medio de, entre las
cosas que hacemos. Sin dudas, esto requiere más trabajo, más preparación, mayor
compromiso con las tareas. Esto no reduce la incertidumbre sino que más bien nos
pone a la altura de las exigencias que ya nos hemos impuesto, una vez echamos a
andar por los caminos de la integralidad.
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